Durante los siglos XIX surge la corriente positivista instaurada por Agusto Comte, este movimiento desarrolla una teoría que deriva en la interpretación de la ciencia puramente descriptiva con el afán de matematizar cualquier causalidad científica, a lo cual las ciencias sociales no permanecen exentas de estas influencias.
Sumado a ello, para esa fecha ya la sociedad científica contaba con sistemas editoriales instaurados a partir de la publicación de las primeras revistas científicas: Journal des Scavants en Francia y Philosophical Transactions, de la Royal Society en Inglaterra, durante enero y marzo de 1665 respectivamente, necesidad que obligó a los académicos conformar e implantar un mecanismo de evaluación cualitativo de los resultados de investigación que se iban introduciendo en las cenáculos científicos, surge a consecuencia en 1753 por la Royal Society of London el sistema de evaluación de la producción científica, reconocido como peer review o referee system, también conocido como sistema de arbitraje o de revisión por pares, que no es más que la evaluación con total escrutinio que realizan expertos en el área disciplinar que examinan y con categoría académica igual o superior de la que tiene el autor o grupo de autores que someten su resultado de investigación.
Desde su origen, las publicaciones científicas tuvieron como finalidad, la propagación de información actual que compone el conocimiento humano, sirviendo para evidenciar las políticas existentes científico–tecnológicas.
Primeramente, difundieron los resultados de la Revolución Científica, la misma instaura a la Ciencia como elemento esencial dentro de la cultura, la economía y la sociedad. Esta sociedad científica se preocupó por emitir los métodos, logros y procesos que desembocaban en nuevos descubrimientos, por lo que de manera causal surge un sistema de correo que se expandía por las cortes europeas, mediante el cual se trasmitían evaluaciones, comentarios, críticas, entre otros., alcanzando el nombre de Republique des Lettres, destacándose el fraile Martin Mersenne (1588-1648), el cual mantuvo una correspondencia estrecha con científicos de la época.
Debido a este sistema se logra introducir en Francia los progresos de la Ciencia de Inglaterra, así como en Inglaterra la matemática francesa y la filosofía cartesiana. Sin embargo, este mecanismo de comunicación no era compatible con el flujo informacional existente.
Con la invención de la imprenta de Johannes Guttenberg en 1436 este proceso se reanudaba, presentándose primeramente durante el siglo XVII en carácter de periódicos, que publicaban noticias científicas e intelectuales; posteriormente surgen las publicaciones científicas como proceso que subsistía como representación de la actividad científica de la época, en la que su primer editor, Sallo, expresa_ “gracias al uso de la prensa, la publicación sustituiría el rico, pero no sistemático flujo de correspondencia” [1].
De esta manera fueron creciendo las primeras revistas que con el transcurso del tiempo se ocuparon de registrar elementos que constituyeran puntos de debates, sobre todo en el sector académico.
Un poco más tarde, las revistas científicas introdujeron el concepto de autor, asociado a los beneficios económicos que podían reportarse y a la responsabilidad, posibilitando que se conociera los autores destacados en los distintos campos de las Ciencias, por lo que el conocimiento se fue agrupando según el interés de cada investigador, provocando que existieran una especialización de temáticas y por ende, de publicaciones que respaldaran su difusión, además de reflejar la fecha de la construcción del contenido documental.
Actualmente las revistas siguen cumpliendo su objeto de creación y con la expansión de las tecnologías se les puede encontrar en distintos formatos y a diferentes niveles de acceso, la cuestión es que no se pierda el motivo real por el cual las publicaciones científicas son el método más usado y representado por la comunidad científica. Se hace imprescindible entonces, la construcción y mantenimiento de herramientas que permitan la evaluación de las publicaciones científicas, para influir en la calidad y facilitar el acceso a un tipo de información de impacto ya que el flujo dinámico de intercambio de experiencias es lo que asegura el avance científico de los países, para esto, siempre se solicita la participación de un consejo editorial en el que intervengan diferentes expertos en la materia de ámbito internacional y nacional, que garanticen la calidad de la publicación en América Latina y el Caribe.
Entre las funciones de una revista científica que inciden, en su condición de conducto esencial para legitimar y hacer visibles los resultados de investigación de la actividad científica, se encuentran las siguientes:
- Permitir el acceso de otros investigadores al nuevo conocimiento.
- Identificar autores líderes dentro de las sociedades científicas, que puedan formar parte de claustros académicos.
- Socializar el conocimiento y reconocer la autoría como mérito a la propiedad intelectual del nuevo aporte científico a la sociedad. Desde esta óptica la revista constituye una institución social.
- Establecer la ciencia certificada a partir de la revisión por pares y otros indicadores que apoyan este método cualitativo.
- Formalizar el conocimiento científico para que pueda ser comparado, contrastado y asimilado por el resto de la comunidad de investigadores.
- Auxiliar a programas educacionales, como fuentes de información que apoyan la actividad de formación docente, así como contribuir al nivel de actualización en diversas áreas disciplinarias.
El incremento del volumen circulante de información científica y el reconocimiento social que le imprimían las revistas científicas al trabajo de los investigadores, constituyó uno de los canales básicos para generar nuevas teorías acerca del estudio de la ciencia. Al respecto autores como Kuhn (1962)[1], Store (1966)[2] y Merton (1973)[3] exponen la teoría que la ciencia constituye una institución social, en la cual ésta es susceptible y vulnerable a las relaciones que se establecen entre sus miembros, los cuales condicionan su desarrollo, este último autor se preocupó por las normativas internas que regían las relaciones dentro de los nichos científicos, modelo en el que distingue al científico como un eterno buscador de la verdad bajo los principios éticos del Comunismo, Universalismo, Desinterés y Escepticismo Organizado (CUDEO)[4].
Por su parte Bernal años atrás (1939) había apuntado a través de su obra: The Social Function of Science [5] que para poder entender el desarrollo del a ciencia es importante estudiar la interacción ciencia-sociedad.
Es evidente que desde el enfoque sociológico, los estudios de la ciencia quedan organizados a partir de paradigmas que focalizan a la comunidad científica como máximo productor de conocimientos desde una perspectiva organizacional, en la que las estructuras cognitivas que se establecen en estos nichos, se forman, entre otras causas, debido a la capacidad socializadora desarrollada por los investigadores para trasmitir, refutar e intercambiar experiencias adquiridas a través de conductos sociales (congresos, revistas, libros, concursos académicos, entre otros).
Se afirma entonces que, es intrínseco desde este prisma, la comunicación de los resultados de investigación como constante retroalimentación de la dinámica típica y evolutiva del desarrollo científico. Estos nuevos aportes a la par constituyen el reflejo de las relaciones socio-profesionales que se establecen entre los investigadores, y a su vez existe un consenso en los gremios científicos en reconocer que tales canales permiten, además, acreditar en cierta medida, el valor intelectual de la obra de los investigadores, adquiriendo este prestigio y reconocimiento social.
Desde el punto de vista socio-económico el desarrollo de la actividad científica constituye una preocupación fundamental, principalmente en países de menos recursos económicos, por los cual los es imprescindible determinar la relación de coste-beneficio (input-output) en los sistemas de ciencias, en el cual la publicación de un artículo científico se determina como una salida de investigación casi obligada.
Referencias
[1] Bernal, J. D. (1999). Evolución histórica de las publicaciones científicas: de la Republique des Lettres hasta la World Wide Web. Universidad de Salamanca, 1999. Disponible en
[2] T. S. Kuhn, “The structure of scientific revolutions,” ed. Chicago: The University of Chicago Press, 1962.
[3] N. Storer, “The Social System of Science,” ed: Rinehart and Wiston, 1966.
[4] R. K. Merton, “The Psicology of Science. Theorical an empirical investigation,” ed. Chicago: The University Chicago Press, 1973.
[5] D. Torres Salinas, “Diseño de un sistema de información y evaluación científica. Análisis ciencimétrico de la actividad investigadora de la Universidad de Navarraen el área de ciencias de la salud. 1999-2005.,” Tesis para la obtención del título de Doctor en Documentación, Departamento de Biblioteconomía y Documentación, Facultad de Biblioteconomia y Documentación, Granada, 2007.
[6] J. D. Bernal, “The social function of science,” ed. Londres: Routledge, 1939.